El por qué debemos vigilar a nuestros gobernantes

Desde que ocurrió la renuncia forzada de Ebrahim Asbat, hemos estado siguiendo sus escritos en esta tu página en sencillo, sus puntos de vista son tan ciertos y enfocados a lo que ocurre alrrededor en nuestro Panamá.

No es simplemente mirar, callar y seguir adelante. Hay que analizar, estar pendientes y darle a la llaga para que salga la información con el detalle que se requiere. El sol no se tapa con un dedo, cómo muchos póliticos acostumbran a tratar de hacer...

 

 

 

 

La bitácora

Ebrahim Asvat

23 de agosto de 2011

Que tiempos son estos que a pesar de que hemos restaurado la democracia en Panamá no podemos confiar en nuestros gobernantes.   Es titánica la hazaña diaria de tener que vigilar a los que nos gobiernan.   Cada acto, cada negocio jurídico o cada declaración deben pasar por el filtro de la suspicacia.  ¿Cuál es la intención última que envuelve esta acción gubernamental?   ¿Qué intereses personales existen detrás de tales actos?   Es como si nuestros gobernantes solo esperan el momento o la oportunidad para sacar ventaja de su poder y golpear el erario público para su provecho o acaparar todo el poder público que esté al acecho.   Al ciudadano frente a estos tipos de gobernantes solo le queda estar atento y evitar que la ilicitud y el desvío del tesoro nacional sean la norma de su proceder.  Los elegimos y luego le debemos dedicar cinco años para cuidarnos  de ellos.   Si los dejamos a la libre o le delegamos toda la confianza son capaces de dejarnos sin país.   Es por ello que hasta tanto la clase política no madure o se encamine hacia estadios éticos superiores recae sobre la ciudadanía vigilar a sus gobernantes. Me da la impresión que la clase política panameña requerirá un golpe tan duro como el que recibió las Fuerzas de Defensas para lograr que se encause en el camino  de la institucionalidad y la transparencia en la gestión pública.   Cuando las fuerzas sociales se manifiesten en conjunto como en Egipto o Túnez, estoy seguro que la realidad cambiará y podremos reestructurar al Estado con una visión de gobierno distinta y una constituyente que construya los fundamentos de un Estado moderno, global e integrado al mundo con plena vigencia del respeto a los derechos humanos y un sistema de justicia independiente.    En Panamá hay gente buena, honesta,  capaz y eficiente.  Lo que ocurre es que está esperanzada en que la nomenclatura enquistada en las estructuras partidarias en un acto de reflexión los llamen a compartir el poder o ejercer los cargos públicos.  Eso jamás ocurrirá.  Los partidos prefieren llenar al aparato gubernamental de miembros de sus huestes sumisas a sus dictámenes aunque la conformen ineptos, incapaces, deshonestos o malandrines.   Y en un equipo de gobierno conformado por esta calidad de gente nadie con dos dedos de frente está dispuesto a participar y ser secuestrado en su gestión.     Solo miremos las dificultades que enfrenta este gobierno para investigar a sus propias figuras.  La primera línea de defensa es la negación, luego el traslado a otro cargo y al final la renuncia sin la correspondiente investigación penal o administrativa.  Algo así como pasar al olvido.

Igual ocurrió en el gobierno anterior aunque fueron innumerables los casos de corrupción denunciados.  Los pueblos se desilusionan de la democracia cuando en realidad son los políticos los que traicionan la democracia con sus actos.   Mientras no mejoren nuestras instituciones, los ciudadanos debemos ejercer un papel militante a través de  la supervisión de la gestión pública.

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